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Blog de Carlos Goga

La Vía de la Plata: Desde Cáceres hasta Armenteros

18/10/2013 | | experiencias | 3 Comentarios

Hoy finalizo mi caminar por la Vía de la Plata. Y lo he finalizado recibiendo la bendición del peregrino; saciándome de comer jamón ibérico de Guijuelo; degustando espaguetti preparados desde el corazón por un peregrino italiano de la Sicilia más tradicional; y conversando con Blas, el padre Blas, hasta bien entrada la noche.

Ha sido mi cuarto Camino de Santiago. El primero algunos ya lo conocéis porque escribí un libro con mi experiencias y mis sentires (ver aquí y aquí). Este, el cuarto, lo comencé en Cáceres y me ha llevado hasta Armenteros (Salamanca). Este ha sido mi caminar de este año. En total, 184 km y casi 30 días. No he llegado a Santiago de Compostela. Caminar, lo que se dice caminar, sólo he caminado 7 días. Pero la experiencia ha merecido los días.

Empecé en la ciudad de Cáceres el pasado 10 de septiembre. El plan, como siempre, sencillo. El plan fue que no hay plan, excepto caminar dirección a Santiago y dejar que el propio camino dibuje cada momento a su antojo. Siempre que fuese posible, además, atendiendo a las circunstancias de nuestro tiempo: con mucho corazón y poco dinero.

Los primeros días los caminé con mi primo Miguel. Un accidente hace muchos años le dejó una cadera mancillada y, a partir de ahí, necesita de una muleta para andar. Sin duda, nuestro caminar fue lento y paciente. Muchos pequeños momentos, todos ellos aderezados por el fuerte sol de Extremadura y la magia de las estrellas de la Vía Láctea. Silencio, polvo y complicidad. Nuestros finales de etapa fueron Casar de Cáceres, el embalse de Alcántara y Grimaldo. Aquí Miguel se retiró del camino, agotado por un caminar difícil y un respirar insuficiente.

Seguí caminando sólo dirección a Galisteo y, antes de llegar, el camino me regaló una experiencia inesperada: 24 horas con dos apasionados pescadores de carpas, dos buenos amigos hoy, en las orillas del río Alagón. Conversación nueva, comida y bebida abundante y una afición que jamás había imaginado: entregarse incondicionalmente a pescar carpas enormes para después, una vez curadas y reconocidas en su integridad de ser, devolverlas al río.

Retomé el camino con mis intenciones simples, pero una llamada de teléfono me propuso una nueva pausa al llegar a Carcaboso. Las fiestas del Cristo en Guijo de Galisteo, el pueblo en el que nació mi padre y que estaba a apenas 20 kilómetros, empezaban ese mismo día.  Y mis padres acababan de llegar desde Valencia. Así que me dejé llevar, descansé las zapatillas durante dos días, y me entregué a momentos de celebración y amor rodeado de familia y amigos.

El lunes siguiente, siete días después de mi inicio, me colgué de nuevo la mochila y retomé el camino. Primera noche en Cáparra, entre las ruinas de una antigua ciudad romana. Ese día pasé por Aldeanueva del Camino, Baños de Fuentemayor, dije adiós Cáceres y hola a Salamanca. Segunda noche en Calzada de Béjar, tras la tapia del cementerio local. Tercera noche en Fuenterrobles de Salvatierra, un albergue parroquial, el primero con este calificativo tan especial que aparecía en mi camino. Los días, fáciles, disfrutando de una naturaleza pintada con el verde militar de las encinas, el gris oscuro de la piedra y el ocre sol de los campos de trigo.

El albergue de Fuenterrobles de Salvatierra resultó tan especial por los espacios como por la gente. Allí conocí a Blas, el padre Blas, un personaje de la vida que conjuga a la perfección el ser hombre, ser empresario y ser párroco. Blas me contó que estaba dedicado en cuerpo y alma, entre otras cosas, a evitar que se cerrase y a reflotar un colegio internado para niños. Le pedí que me contase más y se abrió a mí, durante la cena, con la historia del Colegio de Armenteros.

Tras escucharle, decidí cambiar el camino de Santiago por el camino de Armenteros.  Y allí he estado, en actitud de servicio y ayuda, durante las últimas tres semanas.

Hasta hoy, momento en que he convenido que mi pequeña contribución al padre Blas y a Armenteros se ha consolidado y que debo retomar mi camino principal, el camino de mi vida.

A continuación, te ofrezco una breve historia de Armenteros y te cuento cuál ha sido mi pequeña contribución. Y cómo no, te invito a que incluyas Armenteros en tu camino y les eches una mano. Yo, sin duda, seguiré contribuyendo según las situaciones de vida me permitan. Porque una parte de mi corazón está allí, con el padre Blas y con los hombres  y mujeres que luchan por mantener abierta una puerta de esperanza para los niños y niñas más desfavorecidos, esos que necesitan una dosis extra de energía y de calor de vida.

La historia del Colegio de Armenteros

El colegio en cuestión se llama Colegio de la Inmaculada Concepción y está en un pueblecito salmantino llamado Armenteros. Fue fundado por Don Juan Trujillano, un párroco rural, hace más de 50 años. Desde entonces, se cuenta que han pasado por el colegio internado más de 40.000 niños del medio rural. El internado ha acogido principalmente a niños huérfanos, a niños procedente de familias sin recursos o desestructuradas, y a niños hijos de inmigrantes. Actualmente, unos 60 niños y niñas. En su buena época hace una década, casi 1.200 niños.  Ha sido y es una institución educativa y social de referencia en toda España, aunque especialmente en Castilla León y en Extremadura.

Don Juan, por razones que permanecen en la sombra, confió durante los últimos años de su vida la gestión de todo su patrimonio a una mujer de dudosas intenciones, con antecedentes penales ciertos y con voz y apariencia de monja. Su patrimonio, que algunos se atreven a cuantificar por encima de los 60 millones de euros, incluía su obra social (incluyendo la creación y mantenimiento de dos Fundaciones que gestionan el colegio de Armenteros y otro colegio mayor en Salamanca llamado San Juan De Dios) y actividades empresariales diversas (especialmente construcción, aunque se destaca un Centro Comercial en la localidad de Los Alcázares, en Murcia).

Desde hace unos años, el colegio y el resto de actividades empezaron a degradar hasta entrar en un período de decadencia. La razón aparente, la crisis y el cambio de modelo social. La razón oculta, esa es la sospecha, que la administradora del colegio había organizado un proceso silencioso de saqueo y destrucción de la actividad para hacerse con el patrimonio de Don Juan.  Seguramente, las razones reales son un poco de lo uno y un poco de lo otro.

Don Juan murió el pasado mayo y eso precipitó dos situaciones relevantes. Por un lado, el bloqueo de su patrimonio por la mujer en cuestión (que maniobró para ser designada albacea testamentaria), el despido de todo el personal del colegio (más de 50 personas) y el anuncio de cierre (con la consiguiente pérdida del convenio educativo  con la Consejería). Por otro lado, los patronatos de las dos fundaciones, legítimas herederas de Don Juan, iniciaron el proceso de renovación de patronos e incluyeron a Blas en el patronato.

Aunque el sentir inicial de los nuevos patronos fue de resignación y rendición, dando la situación por perdida,  pronto pasaron a una actitud de resistencia y combate.

Por un lado, Blas y un grupo reducido de ex-empleados (algunos de ellos profesores que estudiaron en el colegio y que llevan vinculados al mismo más de 30 años) y peregrinos amigos, han reabierto el colegio como residencia, manteniendo a los más de 60 niños y niñas sin apenas recursos, desde el voluntariado y las donaciones. Tres retos fundamentales ante ellos: (i) mantener condiciones dignas de limpieza, alimentación, higiene y calefacción de los niños; (ii) fomentar un entorno pedagógico adecuado donde niños y niñas sientan la motivación por el estudio y el crecimiento; y (iii) evitar el saqueo y la degradación de unas instalaciones enormes (habitaciones, aulas, comedores, espacios de estudio e instalaciones deportivas para más de 1.000 niños). Por otro lado, Blas y un pequeño colectivo voluntario de profesionales (contable, abogado y notario amigos), ha iniciado un frente legal para defender los intereses de las fundaciones, herederas legítimas de Don Juan, y recuperar tanto como sea posible de su legado para retomar la obra social inicial y relanzar el colegio.

Mi servicio al padre Blas y a Armenteros

Durante las tres semanas que he estado en Armenteros, he asistido en dos direcciones. Por un lado, he estado con los niños en el día a día (y digo niños porque las niñas están algo mejor atendidas). He limpiado en las habitaciones y en cocina, he servido en el comedor y he atendido en los estudios y los deberes para alimentar su motivación por estudiar y crecer. Ah, y también he jugado al fútbol, veinte años después. Por otro lado, he contribuido a desenmarañar la situación jurídico financiera en la que están inmersos, ofreciendo directrices para sostener el proyecto en lo organizativo y en lo económico, identificando riesgos y debilidades a gestionar, y proponiendo alternativas de actuación.

Tu oportunidad de contribuir

En Armenteros todo son puertas abiertas, abiertas para mí y por supuesto para ti. Allí residen más de 60 niños esperando que la vida les marque un camino. Y allí acompañan más de 10 adultos voluntarios ofreciendo sus días al bienestar de los niños.

Quizás entregarte al servicio más básico y contribuir en labores de limpieza, cocina o mantenimiento de instalaciones.

Quizás ofrecer tu tiempo a los niños y niñas para que mejoren en sus estudios y alimentar su curiosidad por crecer e incorporarse a la vida de adultos con un sentir de capacidad y felicidad.

Quizás hacer una pequeña donación económica y contribuir a ahuyentar el frío y el hambre (los grandes ogros del invierno que se avecina) o a arrancar una sonrisa con algún detalle inesperado.

Quizás organizar alguna actividad externa en sus instalaciones (instalaciones que hace años albergaron a más de 1.000 niños, con sus respectivas camas, plazas de comedor, clases y espacios de estudio) y compensarles económicamente o con trabajo por ello.

Quizás contribuir con actividades de fin de semana. Quien sabe, organizar talleres de emprendimiento, de alguna tecnología o de cine y fotografía para los chavales; abrirles una ventana hacia una profesión desconocida o desarrollar en ellos alguna habilidad de vida; quizás abrir hacia actividades de re-educación propias de nuestro tiempo, por ejemplo, en el ámbito de las «adicciones a las pantallas» o en el entender de una sexualidad cómoda y luminosa; quizás contribuir a crear un proyecto educativo pedagógico de nuevo corte, adecuado al cambio individual que favorezca ese cambio económico social y proponiendo lo que todos buscamos con nuevas energías y nuevas direcciones.

O quizás quizás quizás… porque este es el futuro de Armenteros, un quizás varias veces repetido cuyo destino final está en manos de hombres y mujeres de buen corazón.

Etiquetas: corazón, crisis, historias, oportunidad

3 Comentarios

montse vilalta moret  on noviembre 12th, 2015

Encontre y tuve ocasion hace bien poco a este hombre carlos goga todo corazon y basta cultura en muchos sentidos, y hablahablamos del monasterio del carmelo y sus monjas de clausura, en avila,. Tengo una sobrina en el carmelo, y me interese mucho x la santa y sus 7 moradas…su vivir como la santa…y la oracion como principal objetivo y sacrificio.encontre alguna laguna importante…sobre las vivencias de «teresa»y su relacion con s. Agustin y s.juan de la cruz. En su derecho estan las carmelitas de no relatar «toda, toda su vida. Fue una gran mujer con sus debilidades de ser humano., de las que sabemos tan poco. Gracias carlos x toda tu inquietd y sabiduria sobre esta santa.se que tuvo una carmelita muy cercana a ella que escribio sobre sus vivencias mas humanas..pero ese manuscrito se perdio con los tiempos….un abrazo. Imposible seguir el rastro. Otra vez un fuerte abrazo.

Sobre lo digital y su impacto en la sociedad, la empresa y el individuo « Crisis « Blog de Carlos Goga  on febrero 26th, 2016

[…] hacer algo que tengo pendiente desde hace meses. En diciembre de 2013, después de mi transitar por el Camino de Santiago en la Ruta de la Plata, empecé un proyecto de escritura que tengo muy olvidado. En aquel entonces, ufff… hace ya […]

Lidia Buezo  on abril 17th, 2016

Hola Carlos!! Tu experiencia me ha llegado al alma, soy una ex-alumna del colegio, fui becada por mi muy amado y recordado Don Juan Trujillano en 2004, soy de un pequeño pero hermoso país de C.A, gracias a la bondad de Don Juan y la Primera Dama de mi país por ese año (Aguas Ocaña), un centenar de jóvenes, con deseos de superarnos y con la luz de la inocencia en nuestros rostros emprendimos un viaje que
Cambiaría nuestra vida para siempre… Recuerdo el colegio como la más satisfactoria experiencia que haya vivido jamás, en mi tiempo allí, eramos casi 1200 estudiantes de casi 20 países diferentes, un crisol cultural, una convivencia mágica, me regocijo al saber que aún hay gente como el padre Blas, a quien conocí personalmente en el albergue de Fuenterrobles de Salvatierra, donde nos acogió a los hondureños con una ternura indescriptible, se le veía nobleza en la mirada, vocación y amor por lo que hace; prueba de ello, el deseo de rescatar un lugar que ha sido cuna de 1000, un lugar con una historia invaluable… Espero un día devolver a Armenteros un poco de lo mucho que hizo por mí.
Gracias Carlos, por no callar tu hermosa experiencia!!

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