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Blog de Carlos Goga

Una conversación sobre la profundidad del concepto «amar»

04/05/2016 | | bliss-u, sexualidad | No hay comentarios

(Viernes, 10 de junio) Alentador mensaje de la Presidenta Garen a mi regreso de Granada. Pronto me incluirá en su agenda. Quizás prolongue mi estancia aquí unos días.

Algo peor. Nazaret ha regresado al campamento llorando, realmente molesta conmigo. Cuando le mencioné la entrevista y mi posterior regreso a Madrid, me miró como si fuera un candidato al patíbulo.

«¡Desgraciado, hijo de puta!», gritó y me soltó una bofetada.

 La cogí con fuerza de ambos brazos y nos peleamos durante un momento. Tuve que emplearme a fondo para que no se soltase y no me siguiese golpeando. Luego, cuando se rindió, comenzó a llorar. Yo no puede aguantarme y también me puse a llorar. Así estuvimos unos minutos, llorando abrazados, sin decir nada. Simplemente llorando sin poder parar. Después, se levantó y se fue todavía con lágrimas en los ojos.

Esto que comenzó tan fácil y con tanta naturalidad me desborda. ¿Fue, tal vez, así desde el principio y no me di cuenta? ¿O es que, quizás, nunca desee nada? ¿Pero cómo puede continuar esto? ¿Es así el amor lovetopiano, una mezcla intensa de felicidad loca y de un terrible dolor de desgarramiento?

Siento que están pasando demasiadas cosas al mismo tiempo. Estoy como abatido. Hoy me refugié en un rincón del patio de la Cova. Es un lugar acogedor como pocos. A decir verdad, nunca me había fijado bien hasta ahora. Incluso el muro en ruinas que tanto me disgustó la primera vez se me antoja en perfecta harmonía. Frutales y palmeras lo rodean todo. Hay tanto en tan poco espacio que resulta difícil entender lo bien organizado que está. Desde mi rincón, pude contar treinta o treinta y cinco plazas, entre sillas, sillones de mimbre y sofás de chill-out. Eso sin contar los grandes cojines de colores que hay en todas partes. Varias mesas. Sólo dos ocupadas. La mía y otra en la que dos jóvenes americanos se entretenían con una tablet. Deben estar, como yo, en una habitación de huéspedes. Las fuentes y los canales de agua por el suelo me tranquilizan. ¡Qué especial resulta el tintineo de antorchas y velas!

Mis recuerdos, aunque remotos, me llevaron a Marruecos, a un viaje de infancia que hice con mi padre. El conjunto disfruta de una apariencia mágica, incluso exótica, más propia de un hotel de lujo en Marrakech que de una casa de periodistas en Valencia.

Lorena entró en el patio y se acercó hacia mi mesa. Sonreí mientras contemplaba su caminar. Llevaba la melena mojada. Vestía una camiseta blanca, sin mangas, muy ajustada. A juego con una ancha falda, también blanca, que colgaba de sus caderas y la cubría hasta los tobillos. En el cuello llevaba el típico foulard púrpura tan habitual entre las lovetopianas. Era la única nota de color, además de su piel extremadamente morena. Estaba hermosa y radiante. Su cintura quedaba al descubierto, mostrando su insinuante desnudez de vientre. Iba descalza. A través de la ropa, algo mojada por el goteo del pelo, vi la forma de sus pechos. E intuí la sombra de sus pezones y su negro vello púbico. No llevaba ropa interior. Por su sonrisa cambiante, creí que se había dado cuenta de mi indiscreción y aparté rápidamente la mirada.

“¿Qué tal estás?”, me preguntó.

El saludo fue de beso rápido. Sentí que su sonrisa y sus verdes ojos me llegaban como un calor dulce. Traía dos grandes vasos de zumo y una pequeña cesta de sobremesa con lo que parecía tabaco.

“Estoy aturdido y triste”, contesté. “No sé bien. Quizás sea mi relación con Nazaret. Eso creo. O quizás sea mi relación con todas las mujeres de Lovetopía. Espero que no te lo tomes a mal”. Me reincorporé un poco y me acerqué a la mesa. “Las relaciones entre hombres y mujeres aquí son tan distintas que no acabo de saber a qué atenerme. Hoy he escuchado en Granada que allí se estudia la sexualidad y el amor. ¿Quizás sea que entendéis el amor de manera diferente?”.

”Yo estudié varios cursos sobre amor, sexualidad y polaridades energéticas. Si quieres, puedo explicarte algunas cosas”.

“Si, me gustaría saber más”, dije. “Isidro me contó algo hace unas noches, pero fue después de una discusión y no fui capaz de seguirle”.

“Esta pregunta que te haces nos lleva a diseccionar el concepto de amor según lo vivimos en Lovetopía. Creo que es algo que te ayudará en muchos aspectos. Y no me refiero a entender mejor a los lovetopianos, sino a entender mejor el comportamiento de todos los hombres y de todas las mujeres”.

“Primero y fundamental, acércate al concepto de amor como verbo, como acción. Piensa en qué acciones incluye”. Su voz era pausada y sus ojos estaban dulcemente clavados sobre los míos. “Amar supone conocer, cuidar, respetar y responsabilizarse. Es una secuencia fácil. Conocer lo que cada ser es, desde la escucha, la observación y la experimentación. Y desde un conocimiento profundo, cuidar con esmero y atención cada ser, atendiendo a su propia naturaleza. Pero este cuidar tiene su contexto. Es un cuidar respetuoso con las dinámicas del ser amado y responsable de su equilibrio interno y externo”.

“Segundo e igual de importante, acércate al concepto de amor desde las evidencias que se aprecian cuando se ama incondicionalmente a alguien. Además del contacto físico y sexual”, siguió Lorena, sonriente, mientras alargaba su mano sobre la mesa y cogía la mía, “el acto de amar incluye palabras de elogio y reconocimiento. Incluye el servicio al otro. Incluye regalar de manera incondicional. Y ofrece momentos de presencia absoluta, donde sólo existe el momento presente con el ser amado, no el antes ni el después. ¿Me sigues hasta aquí?”.

“Sí, claro. Nunca lo había pensado así, pero me resuena muy mío”, contesté.

“Sigamos entonces. Vamos con el tercer aspecto a considerar. Piensa en quién es el sujeto que entrega amor y recibe amor. Aquí, gracias a nuestra herencia judeocristiana común, recordarás las palabras de Jesucristo. Aquéllas que dicen “amarás al prójimo como a ti mismo”. Si reflexionas sobre esta afirmación simple, encontrarás que el origen del amor está en que cada cual se ame a sí mismo”, dijo mientras arqueaba las cejas para remarcar una evidencia. “No es posible entregar lo que no se tiene. El punto de inicio del acto de amar es amarse a uno mismo para, desde esa primera experiencia íntima, poder amar al otro y a la vida”.

“Por último”, añadió, “déjame decirte que el amor no es algo estático, sino que evoluciona en cualquier relación. La primera fase es el enamoramiento, o el flechazo, una etapa en que elegimos quién será el receptor de nuestro amor entre tanta abundancia como la vida nos ofrece. La segunda fase es el amor romántico, una etapa en la que nos encerramos con nuestro amado o nuestra amada para profundizar en su conocimiento. La tercera y última fase es el amor maduro, momento en que nos permitimos alejarnos del amado conocido y seguir con la vida, ya enriquecidos por la experiencia de ese nuevo amor “.

“Esto que te acabo de contar es un resumen rápido sobre cómo entender el amor con mayor profundidad. Hay una rama de estudio en las Universidades, muy popular por cierto entre chicos y chicas. Profundiza en el amor tanto desde el punto de vista filosófico como desde el punto de vista práctico. Si fueses mujer, todo lo anterior lo sabrías de una manera intuitiva.” Llegado a este punto, Lorena sonrió abiertamente y me guiñó el ojo derecho con complicidad. “No sabrías cómo, pero lo sabrías. Ese conocimiento intuitivo llega cuando se está en contacto con la energía femenina”.

“¿Es esto zumo?”, la interrumpí y solté mi mano. Cambié de postura y señalé a uno de los vasos que había traído. “¿Puedo?”.

“¡Claro que puedes! ¡Lo he traído para ti! ¿Qué preguntas haces?”, me contestó soltando una carcajada dirigida a romper mi incomodidad. “También he traído algo de marihuana. La recogió esta tarde Tomás de la plantación de la casa, la que está entre los jardines de enfrente. Es de una variedad dulzona y suave. He pensado que igual la necesitábamos para charlar de manera fácil. No nos hemos visto desde que regresamos el otro día de la playa”.

Con una maestría que yo nunca tuve, Lorena se puso a liar un cigarro de marihuana. Lo encendió, dio unas caladas e hizo el ademán de pasármelo. Mientras alargaba mi mano para cogerlo, soltó todo el humo y se las apañó para alcanzar mi otra mano y sujetarla con firmeza. Finalmente, me rendí ante su demanda de contacto y fumé.

“La energía femenina”, continuó con total naturalidad,” hay que entenderla como sinónimo de la energía yin. Es la energía de la apertura, del fluir y del dejarse llevar. Es la energía de la aceptación incondicional de lo que es. La energía masculina, por otro lado, es la energía yang, la energía de la dirección, de la intención, de la contención. La energía femenina es la energía del amor y de la rendición. La energía masculina es la energía de la superación, del avance desde la autoridad”.

“La naturaleza ha querido que la energía soporte de las mujeres sea, ante todo, la energía femenina. Mientras que la energía soporte de los hombres es, especialmente, la energía masculina”. Y cambiando el tono de voz, con un gesto divertido, añadió, “Desde un punto de vista automovilístico lo entenderás bien. Es como si de serie las mujeres vienen con la energía femenina a flor de piel. Y los hombres llegan, también de serie, inmersos en la energía masculina. Para alcanzar la plenitud de ser, las mujeres debemos reconocer y entrar en contacto con nuestra energía masculina. Por vuestra parte, en tanto que hombres, debéis reconocer y entrar en contacto con vuestra energía femenina. Este es el camino que todos recorremos en la vida para sentir nuestra plenitud como seres humanos. Como ves, dos caminos diferentes pero complementarios”.

“Por otro lado, si damos un paso atrás y ampliamos la perspectiva, observa que en nuestra condición de seres humanos hay cuatro planos. Son cuatro planos diferentes, tan identificables como integrados”. Con estas palabras, Lorena se puso de pie y separándose un paso de la mesa para permitir que la viese bien, empezó a gesticular. “El ser energético lo asociamos aquí”, y colocó su mano sobre su bajo vientre. “El ser físico es todo nuestro cuerpo”, dijo abriendo los brazos. “El ser emocional, aquí” y puso su mano delicadamente sobre el corazón, entre sus pechos, aguardando un segundo para asegurarse que fijaba mi mirada en ella. “Y finalmente, el ser mental aquí” y se palpó un par de veces el cráneo.

Me sonrió y alargó sus brazos para alcanzar de nuevo mis manos.

“Ven”, dijo. “Vamos a cambiar de lugar”.

“¿Dónde quieres ir? ¿No estás bien aquí?”, repliqué de manera torpe.

“¡Vayamos a aquella zona de sofás!”, respondió sonriente. “No quiero una mesa que nos separe”.

Me levanté y sentí con intensidad los efectos de la marihuana. Un escalofrío seco recorrió todo mi cuerpo y se asentó en mis pies. Nos acercamos al sofá. Yo me dejé caer y me repantigué. Respiré profundamente varias veces. Lorena cogió uno de los grandes almohadones y se dejó caer en el suelo, frente a mí, sus brazos apoyados en mis rodillas.

“Sigamos con nuestra clase teórica sobre el amor”, dijo divertida, ahora en voz muy baja casi susurrando. Su redonda cara descansaba ahora sobre sus brazos. “En todos los países de tradición católica, y por supuesto en España, el ser energético y el ser emocional han sido ignorados por la sociedad. Cosas de la Iglesia, créeme. Lo importante es que aceptes que existen y que eres en un plano de ser energético, diferente pero integrado con los otros planos. Ahora, entiende la energía femenina y masculina de nuestro ser energético igual que entiendes nuestra habilidad de diestros o zurdos en nuestro ser físico. O nuestro sentir de tristeza o alegría en nuestro ser emocional. O nuestra condición de racionales o creativos en nuestro ser mental. Ambos están ahí. Sólo ocurre que por naturaleza o por educación, uno de ellos puede llegar a desarrollarse enormemente a costa del otro. Pero ambos siguen ahí. Y no por tener uno muy desarrollado sacrificamos el otro. Sino todo lo contrario, nos acercamos a la plenitud de lo que somos cuando atemperamos el que está más desarrollado y buscamos el crecimiento en el que está más escondido”.

“Llegado el momento, sabremos cómo utilizar la energía que más ayude. Y aquí quiero enfatizar la palabra “utilizar”, porque ambas están a nuestro servicio, ambas somos nosotros. Tanto si es nuestra parte racional o nuestra parte creativa”, dijo, “nuestra mano derecha o nuestra mano izquierda, nuestra energía femenina o nuestra energía masculina, ambas somos nosotros y están ahí para ayudarnos a vivir mejor. ¿Me estás siguiendo?”.

“Por supuesto que te sigo, aunque no sé muy bien dónde me quieres llevar con esta explicación”, contesté mientras acaricié con dulzura su rostro.

“En este punto, debo añadir que ambas energías, femenina y masculina, se atraen mutuamente como se atraen dos energías complementarias de signo opuesto, como la energía positiva y la energía negativa. ¿Recuerdas cómo se comporta un metal imantado? ¡Pues exactamente igual! De ahí, la atracción natural que se produce entre hombres y mujeres. Pero antes de pasar a la parte práctica”, apuntilló acariciándose el pelo y cerrando rápidamente los dos ojos de manera rápida en un gesto de descarada seducción, “déjame añadir un aspecto muy interesante. La madre naturaleza, sabia como es, nos ha dotado de mecanismos fáciles y espontáneos para alimentar y regenerar nuestros distintos planos de ser. Nuestro ser mental se alimenta y regenera desde el aprendizaje. ¿Has aprendido mucho hoy? Nuestro ser emocional se alimenta y regenera desde la conversación. ¿Te alivió nuestra conversación? Nuestro ser físico se alimenta y regenera desde la alimentación y la actividad física. ¿Te gustó el zumo que preparé para ti?”.

Y vistiéndose con una enorme sonrisa, Lorena se puso de pie. Me cogió de ambas manos y empezó a tirar de ellas, haciendo palanca con su cuerpo para levantarme del sofá.

“¿Y nuestro ser energético? Te preguntarás. Pues, créeme, nuestro ser energético se alimenta y se regenera desde el contacto directo con la naturaleza y la actividad sexual. Así de fácil. Quizás ahora entiendes mejor nuestra devoción por la naturaleza en estado puro y nuestra aproximación abierta al sexo”.

“¿Vienes?”, me preguntó, coqueteando, mientras me arrastraba de una mano fuera del patio. “Esto que te acabo de contar es la base teórica del amor y del principio de las polaridades energéticas hombre-mujer por el que me preguntabas. ¡Ahora llega la parte práctica de la clase! ¿O te la vas a perder?”.

La noche que me regaló fue verdaderamente increíble. No alcanzo a entender cómo maneja su cuerpo. ¡Me inunda con tanta pasión y tanta fragilidad! Aunque aún no alcanzo a entender por qué, sé que la clave de su sexualidad está en mantener los ojos bien abiertos. Y en abandonarse al jadeo y al movimiento espontáneo manteniendo una respiración profunda.

Si Nazaret me tiene turbado, Lorena me tiene confundido. Nazaret pasa de la alegría al llanto con una facilidad que me sobrepasa. Y Lorena pasa de la seriedad a la coquetería con una elegancia que soy incapaz de rechazar. ¡Malditas mujeres lovetopianas! ¡Yo buscaba claridad y me regalan una sobredosis de confusión! 

El texto anterior es la reproducción literal de la entrada en el diario íntimo de la novela #lovetopía. El Nuevo Mundo que Llevamos en Nuestro Corazón, según aparece en el capítulo 21.- UNIVERSIDAD E INVESTIGACIÓN. Si quieres saber más sobre la novela ‪#‎lovetopía‬, visita http://lovetopia.org/comprar o lee online a través de Wattpad en http://goo.gl/fPVqB4

Etiquetas: amar, corazón, lovetopía, sexualidad

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